Pocos países despiertan tan encendidas pasiones como el Estado de Israel. El país judío cuenta con una población bastante mínima, poco más de ocho millones de habitantes, y una superficie por demás modesta: es menor que la de la provincia de Tucumán. Pocas visitas de jefes de Estado despiertan las pasiones que la llegada del primer ministro de Israel ha generado en la Argentina.
Desde «genocida» hasta «terrorista» ha dicho de Israel y de Benjamin Netanyahu el diputado trotskista Juan Carlos Giordano. También ha dicho «Estado artificial y colonialista» del país judío.
No es nueva esta concepción en algunos grupos políticos radicalizados que desconocen la realidad del conflicto árabe-israelí. Por ejemplo, que más de cuatro mil sirios víctimas de la guerra civil en su país son curados en hospitales fronterizos del Estado de Israel o que unos 30 mil habitantes de la Franja de Gaza curan sus males en los centros de salud israelíes, incluidos los líderes de Hamas, la organización terrorista que los gobierna.
Nunca mencionan estos denostadores seriales de la única democracia liberal de Medio Oriente que una gran parte del consumo de agua de Cisjordania, donde gobierna la Autoridad Nacional Palestina, la provee Israel; mayormente es agua extraída del mar y desalinizada en un proceso innovador y único en el mundo.
Tampoco saben, o probablemente prefieran hacer que no saben, que en Israel todas las minorías cuentan con igualdad de derechos, con representación parlamentaria o que los nuevos colectivos de género son aceptados en forma natural, mientras que en los países vecinos son literalmente masacrados.
El prejuicio judeofóbico que antes se manifestaba en el odio al judío, políticamente incorrecto en estos tiempos, se evidencia entonces en odio a Israel, el único país judío. Sin embargo, la visita del premier israelí constituye un hito único de las relaciones bilaterales entre la Argentina e Israel, sólo opacadas durante la última etapa del gobierno kirchnerista y por las derivaciones del memorándum con Irán.
Israel puede proveer a Argentina de tecnología de última generación para el tratamiento del agua, la tierra y la producción de energía. También puede aportar herramientas para mejorar la seguridad, avances en el ámbito de la medicina y las ciencias en general, y ofrecer en sus universidades ámbitos de formación en posgrados y maestrías para profesionales argentinos que quieren completar su formación académica.
Definitivamente, los encuentros entre líderes de países democráticos siempre son un inigualable motivo de celebración.
El sionismo, muchas veces denostado desde la ignorancia, es el movimiento político que convirtió en realidad la reconstrucción del Estado judío en las mismas tierras donde por más de tres mil años vivieron los judíos ininterrumpidamente, y los sionistas, muchas veces diabolizados por los judeófobos de turno, impulsamos acciones de hermandad e intercambio entre Israel y los países donde nacimos y vivimos, porque creemos que lo mejor de nuestra identidad puede y debe ser complementario y para nada sustitutivo.
Somos argentinos, somos judíos y sionistas, somos una unidad que se retroalimenta y nos convoca a trabajar por aquello en lo que creemos.
Saludamos al primer ministro del Estado de Israel, Benjamin Netanyahu y le damos la bienvenida a nuestro país. Saludamos al presidente Mauricio Macri por recibirlo, y como miembros activos de la patria argentina, estamos seguros del poder de dos democracias que trabajan en conjunto.
El autor es presidente de la Organización Sionista Argentina.
Fuente: Infobae
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