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«Vivir bajo fuego» – Por Sergio Pikhotz, presidente de la OSA

Si el lector viviera en Israel, especialmente en el sur, necesariamente debería descargar en su teléfono una aplicación que se llama Tzeva Adom, Código Rojo en español.

Seguramente se preguntarán, ¿para qué sirve? Sirve para que cuando el movimiento terrorista islamista Hamás dispara misiles y cohetes contra la población civil en el sur israelí, desde la Franja de Gaza, uno sepa que tiene quince segundos uno tiene que llegar a un refugio.

Para que se entienda. Si una persona está durmiendo se levanta, si se está bañando sale de la ducha, si tiene chicos los busca, si en su casa hay una mascota la llama, si viaja en el colectivo se baja, si sus hijos están en la escuela confía en los maestros. Sólo en quince segundos porque su vida y la de los que quiere dependen de eso.

También recibirá periódicamente un manual instructivo sobre qué hacer en caso de emergencias como un terremoto, un tsunami, un incendio… o un ataque de misiles.

Misiles del sistema de defensa israelí Cúpula de Hierro destruyen cohetes lanzados por terroristas palestinos desde Gaza sobre Ashkelon (GIL COHEN-MAGEN / AFP)

Misiles del sistema de defensa israelí Cúpula de Hierro destruyen cohetes lanzados por terroristas palestinos desde Gaza sobre Ashkelon (GIL COHEN-MAGEN / AFP)

El folleto viene escrito en hebreo y en árabe, para que lo entiendan todos, al igual que los carteles en las rutas, entre otros tantos ejemplos.

Estas cuestiones, que pueden parecer sólo preventivas en cualquier lugar del mundo, en Israel se convierten en elementos de la vida diaria donde terminan siendo de orden práctico. Como pasó durante los dos últimos días en los cuales Hamás, la banda terrorista que gobierna Gaza, disparó cientos de cohetes y misiles contra el sur israelí, 300 de ellos en sólo cuatro horas el lunes por la noche, dirigidos a  poblaciones y objetivos civiles, escuelas, universidades y edificios de departamentos.

Resulta imprescindible dimensionar esta cuestión: en un país más pequeño que la provincia de Tucumán, imagine usted que vive en la ciudad de Buenos Aires, en Palermo, y que desde Vicente Lopez o desde Mataderos le tiran misiles a razón de 300 cada cuatro horas y que su teléfono le manda alertas constantes y permanentes indicándole que tiene quince segundos para llegar a un refugio si quiere salvar su vida.

Así se vive cuando acecha el terrorismo, lo que Eduardo Galeano definió hace algunos años como unos tipos que tiran petardos con chambona puntería en su afán desmedido por sostener la falacia de un terrorismo naif y épico, Hamás, que lucha contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo, las Fuerzas de Defensa del Estado de Israel.

El problema es que Hamás no combate como un ejército regular sino que utiliza al mismo pueblo palestino como escudo humano y rehén del martirio que ellos alaban como bendición.

Definitivamente al terrorismo islamista nada le importa la vida.

En los minutos que llevo escribiendo esta columna sucede que mi teléfono, que tiene instalada la aplicación Tzeva Adom, ya me mandó cuatro alertas de cohetes disparados hacia las poblaciones sureñas israelíes de Yad Mordejai, Nativ HaSará, Kisufim, Nirim y Ein Hashloshá, éste último un kibutz, las típicas granjas colectivas de la época de la creación del Estado judío, que recibió a miles de argentinos que emigraron hace 40, 50 o 60 años.

Todos estos lugares están poblados de civiles, gente común que trabaja, estudia y educa a sus hijos.

Gente común como Mahmoud Abu Asba, un palestino de la ciudad de Hebrón que ayer estaba trabajando en Ashkelon y  murió cuando un misil de Hamás impactó contra el edificio donde estaba el desdichado hombre, padre de seis hijos.

A punto estuve de decir que murió bajo fuego amigo, pero no, los terroristas no son amigos de nadie, aman la muerte y Mahmoud vivía por elección propia en Israel, donde se aprende a respetar la vida. Y sus amigos estaban en Israel.

Los ataques a civiles durante conflictos armados están expresamente prohibidos por diversas convenciones internacionales, sin embargo pareciera que la ONU, el Consejo de Seguridad, la UE y tantos otros organismos que suelen reprender a Israel, nada han dicho de esta escalada violenta de cohetes y misiles terroristas que mantiene aterradas a personas que no pueden hacer una vida normal.

Mucho se habla de la necesidad de la resolución del conflicto israelí palestino, poco se dice que es nada lo que se puede esperar de una banda terrorista que ataca civiles y persigue la desaparición de la civilización judía como lo dice en su carta fundacional: En el preámbulo manifiesta: «Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, tal como ha borrado a otros antes», o mismo en el artículo 13 expresa: «No existe una solución negociada posible. Yihad es la única respuesta».

También dice la constitución de Hamás: «El Día del Juicio no vendrá hasta que los musulmanes combatan a los judíos, cuando el judío se oculta detrás de las piedras y los árboles; las piedras y los árboles dirán: «Oh musulmanes, oh Abdullah, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo.»

No hay eufemismos posibles, el régimen islamista de Hamás es el régimen nazi de antaño y la constitución de Hamás es el Mein Kampf de nuestros tiempos.

El mundo debería combatir el terrorismo con mayor énfasis, el terrorismo no tiene patria ni bandera más que la bandera de la muerte, la teocracia, la misoginia y el despotismo, y en el caso de Hamás, la bandera del nazismo en esta época.

Suena el alerta en mi teléfono nuevamente, si estuviera en Maguen, otro kibutz en el sur israelí, debiera abandonar todo y empezar a contar.

15, 14, 13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3,2, 1… y después, un estruendoso silencio. Desgarrador.

 

Infobae – Vis á Vis – Comunidades Plus -Uruguay Al toque

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